Día 28 de julio
Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores:
“En la vejez no me abandones”
La Iglesia celebra el 28 de julio la IV
Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores con
el lema, “En
la vejez no me abandones” (cf. Sal 71,9). El papa
Francisco estableció en 2021 la
celebración de esta Jornada el cuarto domingo de julio, en
torno a la fiesta, el día 26, de los Santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús.
Además, el
Santo Padre ha concedido la indulgencia plenaria a
los fieles que asistan a las misas dedicadas a este propósito o visiten a las
personas mayores que están solas.
MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO PARA LA
IV JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES
“En la vejez no me abandones” (cf. Sal 71,9)
Queridos
hermanos y hermanas:
Dios nunca abandona a sus hijos. Ni siquiera cuando la
edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando aparecen las canas y el estatus
social decae, cuando la vida se vuelve menos productiva y corre el peligro de
parecernos inútil. Él no se fija en las apariencias (cf. 1 S 16,7)
y no desdeña elegir a aquellos que para muchos resultan irrelevantes. No
descarta ninguna piedra, al contrario, las más “viejas” son la base segura
sobre las que se pueden apoyar las piedras “nuevas” para construir todas juntas
el edificio espiritual (cf. 1 P 2,5).
La
Sagrada Escritura, en su conjunto, es una narración del amor fiel del Señor,
del que emerge una certeza consoladora: Dios sigue mostrándonos su
misericordia, siempre, en cada etapa de la vida, y en cualquier condición en la
que nos encontremos, incluso en nuestras traiciones. Los salmos están llenos
del asombro del corazón humano frente a Dios, que nos cuida a pesar de nuestra
pequeñez (cf. Sal 144,3-4); nos aseguran que Dios nos
ha plasmado en el seno materno (cf. Sal 139,13) y que no
entregará nuestra vida a la muerte (cf. Sal 16,10). Por
tanto, podemos
tener la certeza de que también estará cerca de nosotros durante la ancianidad,
tanto más porque en la Biblia envejecer es signo de bendición.
Y,
sin embargo, en los salmos encontramos además esta sentida súplica al Señor:
«No me rechaces en el tiempo de mi vejez» (Sal 71,9). Una
expresión fuerte, muy cruda. Nos lleva a pensar en el sufrimiento extremo de
Jesús que exclamó en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
(Mt 27,46).
En la Biblia, pues, hallamos la certeza de
la cercanía de Dios en cada etapa de la vida y, al mismo tiempo, encontramos el
miedo al abandono, particularmente en la vejez y en el momento del dolor. No se trata de una
contradicción. Mirando a nuestro alrededor no nos resulta difícil
comprobar cómo esas expresiones reflejan una realidad más que evidente. Con
mucha frecuencia la soledad es la amarga compañera de la vida de los que como
nosotros son mayores y abuelos. Siendo obispo de Buenos Aires, muchas veces
tuve ocasión de visitar residencias de ancianos y me di cuenta de las pocas
visitas que recibían esas personas; algunos no veían a sus seres queridos desde
hacía muchos meses.
Las causas de esa soledad son múltiples. En muchos países,
sobre todo en los más pobres, los ancianos están solos porque sus hijos se han
visto obligados a emigrar. Pienso también en las numerosas situaciones de conflicto;
cuántos ancianos se quedan solos porque los hombres —jóvenes y adultos— han
sido llamados a combatir y las mujeres, sobre todo las madres con niños
pequeños, dejan el país para dar seguridad a los hijos. En las ciudades y en
los pueblos devastados por la guerra, muchas personas mayores se quedan solas,
como únicos signos de vida en zonas donde parece reinar el abandono y la
muerte. En otras partes del mundo, además, existe una falsa creencia, muy
enraizada en algunas culturas locales, que genera hostilidad respecto a los
ancianos, acusados de recurrir a la brujería para quitar energías vitales a los
jóvenes; de modo que, en caso de que una muerte prematura, una enfermedad o una
suerte adversa afecte a un joven, la culpa recae sobre algún anciano. Esta
mentalidad se debe combatir y erradicar. Es uno de esos prejuicios infundados,
de los que la fe cristiana nos ha liberado, que alimenta persistentes
conflictos generacionales entre jóvenes y ancianos.
Si
lo pensamos bien, esta acusación dirigida a los mayores de “robar el futuro a
los jóvenes” está muy presente hoy en todas partes. Esta también se encuentra,
bajo otras formas, en las sociedades más avanzadas y modernas. Por ejemplo, hoy
en día está muy extendida la creencia de que los ancianos hacen pesar sobre los
jóvenes el costo de la asistencia que ellos requieren, y de esta manera quitan
recursos al desarrollo del país y, por ende, a los jóvenes. Se trata de una
percepción distorsionada de la realidad. Es como si la supervivencia de los
ancianos pusiera en peligro la de los jóvenes. Como si para favorecer a los
jóvenes fuera necesario descuidar a los ancianos o, incluso, eliminarlos. La
contraposición entre las generaciones es un engaño y un fruto envenenado de la
cultura de la confrontación. Poner a los jóvenes en contra
de los ancianos es una manipulación inaceptable; «está en juego la unidad de
las edades de la vida, es decir, el real punto de referencia para la
comprensión y el aprecio de la vida humana en su totalidad» (Catequesis 23
febrero 2022).
El
salmo citado anteriormente —en el que se suplica no ser abandonados en la
vejez— habla de una conspiración que ciñe la vida de los ancianos. Parecen
palabras excesivas, pero comprensibles si se considera que la
soledad y el descarte de los mayores no son casuales ni inevitables, son más
bien fruto de decisiones —políticas, económicas, sociales y personales— que no
reconocen la dignidad infinita de toda persona «más allá de
toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre» (Decl. Dignitas
infinita, 1). Esto sucede cuando se pierde el valor
de cada uno y las personas se convierten en una mera carga onerosa, en algunos
casos demasiado elevada. Lo peor es que, a menudo, los
mismos ancianos terminan por someterse a esta mentalidad y llegan a
considerarse como un peso, deseando ser los primeros en hacerse a un lado.
Por
otra parte, hoy son muchas las mujeres y los hombres que buscan la propia
realización personal llevando una existencia lo más autónoma y desligada de los
demás que sea posible. Las pertenencias comunes están en
crisis y se afirman las individualidades; el pasaje del “nosotros” al “yo” se
muestra como uno de los signos más evidentes de nuestro tiempo. La
familia, que es la primera y la más radical oposición a la idea de que podemos
salvarnos solos, es una de las víctimas de esta cultura individualista. Pero
cuando se envejece, a medida que las fuerzas disminuyen, el espejismo del
individualismo, la ilusión de no necesitar a nadie y de poder vivir sin
vínculos se revela tal cual es: uno se encuentra en cambio teniendo necesidad
de todo, pero ya solo, sin ninguna ayuda, sin tener a alguien con quien poder
contar. Es un triste descubrimiento que muchos hacen cuando ya es demasiado
tarde.
La soledad y el descarte se han vuelto
elementos recurrentes en el contexto en el que estamos inmersos. Estos tienen múltiples
raíces: en algunos casos son el fruto de una exclusión programada, una especie
de triste “complot social”; en otros casos se trata lamentablemente de una
decisión propia. Otras veces también se los sufre fingiendo que se trate de una
elección autónoma. Estamos perdiendo cada vez más «el sabor de la fraternidad»
(Carta enc. Fratelli
tutti, 33) e incluso nos cuesta imaginar algo
diferente.
En
muchos ancianos podemos advertir ese sentimiento de resignación del que habla
el libro de Rut, cuando relata que la anciana Noemí —después de la muerte del
marido y de los hijos— invitó a sus nueras, Orpá y Rut, a regresar a sus países
de origen y a sus casas (cf. Rut 1,8). Noemí —como
tantos ancianos de hoy— teme quedarse sola, pero no consigue imaginar algo
distinto. Como viuda, es consciente de valer poco ante la sociedad y está
convencida de ser un peso para esas dos jóvenes que, al contrario de ella,
tienen toda la vida por delante. Por eso piensa que sea mejor hacerse a un lado
y ella misma invita a las jóvenes nueras a dejarla y a construir su futuro en
otros lugares (cf. Rut 1,11-13). Sus palabras son un
concentrado de convenciones sociales y religiosas que parecen inmutables y que
marcan su destino.
El
relato bíblico nos presenta en este momento dos opiniones diferentes frente a
la invitación de Rut y, por tanto, frente a la vejez. Una de las dos nueras,
Orpá, que le tiene cariño a Noemí, con un gesto afectuoso la besa, pero acepta
lo que ella también cree que es la única solución posible y sigue su propio
camino. Rut, en cambio, no se separa de Noemí y le dirige palabras
sorprendentes: «No insistas en que te abandone» (Rut 1,16). No tiene
miedo de desafiar las costumbres y la opinión común, siente que esa mujer
anciana la necesita y, con valentía, permanece a su lado, dando inicio a una
nueva travesía para ambas. A todos nosotros —acostumbrados a la idea de que la
soledad es un destino inevitable— Rut nos enseña que a la súplica “¡no
me abandones!” es posible responder “¡no te abandonaré!”. No
duda en trastocar lo que parece una realidad inmutable, ¡vivir solos no puede
ser la única alternativa! No es casualidad que Rut —la que se quedó acompañando
a la anciana Noemí— sea un antepasado del Mesías (cf. Mt 1,5),
de Jesús, el Emanuel, Aquel que es “Dios con nosotros”, Aquel que lleva la
cercanía y la proximidad de Dios a todos los hombres, de todas las condiciones
y de todas las edades.
La
libertad y la valentía de Rut nos invitan a recorrer un camino nuevo. Sigamos
sus pasos, hagamos el viaje junto a esta joven mujer extranjera y a la anciana
Noemí, no
tengamos miedo de cambiar nuestras costumbres y de imaginar un futuro distinto
para nuestros ancianos. Nuestro agradecimiento se dirige a todas esas personas
que, aun con muchos sacrificios, han seguido efectivamente el ejemplo de Rut y
se están ocupando de un anciano, o sencillamente muestran cada día su cercanía
a parientes o conocidos que no tienen a nadie. Rut eligió estar
cerca de Noemí y fue bendecida con un matrimonio feliz, una descendencia y una
tierra. Esto vale siempre y para todos: estando cerca de los ancianos,
reconociendo el papel insustituible que estos tienen en la familia, en la
sociedad y en la Iglesia, también nosotros recibiremos muchos dones, muchas
gracias, muchas bendiciones.
En
esta IV Jornada Mundial dedicada a ellos, no dejemos de mostrar nuestra ternura
a los abuelos y a los mayores de nuestras familias, visitemos a los que están
desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible. A la
actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad contrapongamos el corazón
abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir “¡no te
abandonaré!” y de emprender un camino diferente.
A
todos ustedes, queridos abuelos y mayores, y a cuantos los acompañan, llegue mi
bendición junto con mi oración. También a ustedes les pido, por favor, que no
se olviden de rezar por mí.
Roma, San Juan de Letrán, 25 de abril de
2024
27 de julio
El obispo promotor del Apostolado del Mar “Stella Maris”, Mons. Luis
Quinteiro, ha hecho pública una nota con motivo del naufragio del
buque palangrero «Argos Georgia», cerca de las Islas Malvinas.
En
su escrito, el prelado manifiesta «nuestras condolencias y todo el afecto a los
familiares de las víctimas» a la vez que «rezamos para que todavía pueda
encontrarse algún superviviente» y «encomendamos a la Virgen del Carmen las
almas de los fallecidos».
«Nuevo drama
en el mar»
Iban a bordo 27 tripulantes, de los cuales 10 eran gallegos, 8
rusos, 2 uruguayos, 2 peruanos y 5 indonesios.
De
momento ascienden a nueve los fallecidos; un total de 14 han sido rescatados
con vida cuatro permanecen desparecidos.
Hace unos días celebrábamos la fiesta de la patrona de la gente
del mar, la Virgen del Carmen, bajo el lema: “Cuidad de los mares; cuidad de
sus gentes”. Y, lamentablemente, debemos hoy preguntarnos: ¿Se cuidó
suficientemente de los tripulantes del barco naufragado?
Es evidente que la mar es muchas veces imprevisible y que los barcos, cada vez
van mejor equipados, pero cuando ocurren estos accidentes, hay que pedir el
máximo rigor a la hora de investigar lo acaecido y ver si realmente se cuidaron
todos los detalles concernientes a la seguridad del barco y la tripulación.
Deseamos hacer llegar nuestras condolencias y todo el afecto a
los familiares de las víctimas, rezamos para que todavía pueda encontrarse
algún superviviente y encomendamos a la Virgen del Carmen las almas de los
fallecidos.
D.
Luis Quinteiro. Obispo emérito de Tui-Vigo y promotor del Apostolado del Mar
“Stella Maris”
16 de julio,
Día de las gentes del mar 2024: «Cuidad de los mares;
cuidad de sus gentes»
«Cuidad de los mares; cuidad de sus gentes» es el lema con
el que la Iglesia celebra el Día de las gentes del mar 2024.
Esta jornada se celebra cada año el
16 de julio, coincidiendo con la fiesta de su
patrona, la Virgen del Carmen.
¿Cuál
es el mensaje del obispo promotor?
El
obispo promotor del Apostolado del Mar, Mons. Luis Quinteiro
Fiuza, argumenta en su mensaje a qué responde
el lema de este año, «Cuidad de los mares; cuidad de sus
gentes»: “En el contexto actual de graves problemas
medioambientales y de una persistente falta de consideración por las
necesidades y los derechos de la gente de mar, especialmente en algunos países,
María nos llama a cuidar de los mares y a cuidar de sus gentes. La
contaminación de los mares es un problema acuciante, la asistencia a la gente
de mar una demanda constante. Por eso, «hay que cuidar de ellos»».
Mons.
Quinteiro se apoya en los datos de la ONU que
señalan que cada año entran en el océano ocho millones de toneladas
de plástico “matando la vida marina y amenazando la cadena alimentaria humana”. Es,
pues, “de suma urgencia que todos seamos conscientes de que debemos
cuidar de los mares, tan importantes para nuestra economía y nuestra
subsistencia en general”.
También
quiere poner un “énfasis especial en el cuidado de la gente del mar,
de aquellos que con su trabajo hacen posible tanto la pesca como el transporte
de la mayor parte de mercancías que consumimos en todo el mundo».
El
prelado trae a su mensaje las reflexiones sobre la importancia
que el sector marítimo tiene para la vida humana del
observador permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA, Mons.
Fernando Chica Arellano, con motivo del Día Mundial de la
Pesca, el 21 de noviembre de 2023. La primera imagen que destacó
es la del «puerto» como «lugar de refugio para desembarcar en caso de
tormenta», lugar «desde donde se zarpa para descubrir lo nuevo» y como lugar
«de encuentro, de espera, de asesoramiento e información».
También
puntualizó que, cada vez en mayor grado, los puertos son focos multiculturales
de intercambio y diálogo, «donde las relaciones humanas y comerciales
contribuyen al crecimiento económico y social de un país, así como a la
seguridad alimentaria». Además, Monseñor Arellano
recordaba que el papa Francisco ha subrayado sin rodeos «la necesidad
de una conversión ecológica» que obligue moralmente, incluso
antes que legalmente, «a implementar todas aquellas medidas que la comunidad
internacional ha ido negociando con el tiempo y adoptando para que la
protección de las personas y el medioambiente se sitúe en el centro de la
actividad pesquera».
Stella Maris, explica Mons. Quinteiro, se
plantea como tarea urgente su presencia en todos los puertos y lugares de la
costa. Y
hace una llamada “a todos los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas,
voluntarios y voluntarias para que se esfuercen en atenderlos humana y
espiritualmente”.
Además, invita
“a alzar su voz reclamando que se incremente el bienestar de la gente de mar en
los puertos y a bordo de los barcos. A la vez que exhorta,
“a las autoridades civiles nacionales e internacionales para emplear todos los
medios humanos y económicos en la preservación de los mares”.
“Confiamos
en que esta jornada festiva de nuestra patrona la Virgen del Carmen sea una
ocasión para meditar sobre la importancia de cuidar de los mares y de sus
gentes”, concluye el mensaje.
https://www.youtube.com/watch?v=L6xIk4Nne-o
VIGILA DE ORACIÓN PARA DAR GRACIAS A
DIOS POR EL OBISPO ELECTO
Coincidiendo
con la fiesta de santo Tomás apóstol, el miércoles 3 de julio, a
las 20,30 horas, en
el templo parroquial del Corazón
Inmaculado de María en Vigo, la diócesis de Tui-Vigo está
convocada a participar en una vigilia
de oración, que presidirá el obispo y administrador apostólico,
Mons. Luis Quinteiro, para interceder por el obispo electo, D. Antonio Valín Valdés.
En un
mensaje a los sacerdotes, comunidades de vida religiosa, asociaciones y
movimientos de laicos de la diócesis de Tui-Vigo, la Vicaría de Pastoral
expresa que, mediante esta celebración, «la Iglesia que peregrina en Tui-Vigo se quiere unir en la
plegaria encomendando al que será obispo. Será una hermosa expresión de comunión a la que está invitado todo
el pueblo fiel de Dios». Así, la vicaría anima a la
participación de toda la comunidad cristiana.
El 25 de mayo, la Nunciatura Apostólica en España dio a conocer el nombramiento del que será el nuevo obispo de Tui-Vigo: el sacerdote ribadense, D. Antonio Valín Valdés, hasta ese momento vicario general de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol. La ordenación episcopal y toma de posesión está prevista para el sábado 20 de julio, a las 11:00 horas, en la catedral de Tui. Durante este tiempo, el papa Francisco ha designado a Mons. Luis Quinteiro, administrador apostólico de Tui-Vigo.
MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS POR EL MINISTERIO
EPISCOPAL DE
MONS. LUIS QUINTEIRO
El domingo 7 de julio, a
las 18:00 horas, en
la catedral tudense, la diócesis de Tui-Vigo invita
a participar en la misa de acción de gracias presidida por el obispo y
administrador apostólico, Mons. Luis Quinteiro, para agradecer «los beneficios
espirituales recibidos» durante los 14 años que ha durado su episcopado.
En una carta enviada a
todos los sacerdotes, la Vicaría General expresa que, a este «emotivo momento
de encuentro y gratitud», está
convocado «todo el pueblo de Dios que peregrina en la diócesis de Tui-Vigo:
sacerdotes y diáconos, vida religiosa y consagrada, agentes de pastoral,
personas pertenecientes a movimientos y, en definitiva, todo el pueblo fiel que
pone rostros a esta Iglesia». Además, también invita a los fieles a seguir
acompañando «a D. Luis Quinteiro, ya obispo emérito, con nuestro afecto y oración
y pedimos a la santísima virgen María y a san Telmo que lo continúen asistiendo
en el servicio a su Iglesia y a nuestra diócesis».
El 25 de mayo, la Nunciatura Apostólica en España dio a conocer
el nombramiento del que será el nuevo obispo de Tui-Vigo: el sacerdote
ribadense, D. Antonio Valín Valdés, hasta ese momento vicario general de la
diócesis de Mondoñedo-Ferrol. La ordenación episcopal y toma de posesión
está prevista para el sábado 20 de julio, a las 11:00 horas, en la catedral de
Tui. Durante este tiempo, el papa Francisco ha designado a Mons. Luis
Quinteiro, administrador apostólico de Tui-Vigo.
LA DIÓCESIS DE TUI-VIGO TIENE NUEVO OBISPO
Antonio José Valín Valdés, recibirá la Consagración
Episcopal el sábado 20 de julio a las 11 de la mañana en la Catedral de Tui, y
el lunes 21 el Obispo celebrará la Misa Estacional en la Basílica Concatedral
de Santa María de Vigo a las 6 de la tarde.





