Mons. Argüello anuncia la celebración de una eucaristía, durante la
Plenaria, y una colecta en favor de los afectados por la Dana
El
presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello,
anuncia que durante la semana de la Asamblea Plenaria del
18 al 22 de noviembre, tendrán lugar dos
acciones en favor de los afectados por las terribles consecuencias de la Dana en
Valencia, pero también en otras partes de España, como Albacete, Cuenca,
Cataluña y Andalucía.
Por un lado,
todos los obispos españoles celebrarán la Eucaristía «como apoyo espiritual» el
martes 19 de noviembre en la catedral de la Almudena de
Madrid «ofreciendo lo más radical que puede ofrecer la
Iglesia, que es la esperanza en Jesucristo resucitado». Además, el domingo
24 de noviembre, fiesta de Cristo Rey, se convocará una colecta
en todas las eucaristías que se realicen en España en favor de los damnificados
por esta catástrofe.
Mons. Luis
Argüello, que ha hecho este anuncio en Valladolid durante la rueda de prensa de
presentación de la XLIV Semana Social, ha señalado que con la celebración de la
Eucaristía «queremos ofrecer nuestro apoyo espiritual y nuestra invocación al
Señor por el eterno descanso de las víctimas». También invita a sumarse a la
colecta que será ofrecida «como una pequeña ayuda» porque «las necesidades
económicas de reconstrucción son impresionantes» y hace falta «arrimar el
hombro».
Se hace pública la encíclica del papa Francisco «Dilexit nos» sobre la devoción al Corazón de Jesús
«Carta encíclica sobre el amor humano y divino del Corazón de
Jesucristo» es el subtítulo de este documento que está dedicado enteramente al
Sagrado Corazón de Jesús. De hecho, el Santo Padre anunció su publicación durante la
audiencia general del pasado 5 de junio, un mes tradicionalmente dedicado al
Sagrado Corazón de Jesús.
Entonces ya adelantó que su
deseo es que este texto pueda hacer meditar sobre aspectos «del amor del Señor
que iluminen el camino de la renovación eclesial; pero también que digan algo
significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón».
También explicó que el documento recoge «las preciosas reflexiones de textos
magistrales anteriores y de una larga historia que se remonta a las Sagradas
Escrituras, para proponer nuevamente hoy, a toda la Iglesia, este culto lleno
de belleza espiritual».
Acceso al texto:
1 de noviembre
La
Iglesia celebra a Todos los Santos y reza por los fieles difuntos
El 1 de
noviembre miramos hacia el cielo. Es
el día en el que se homenajea a todos los santos, conocidos y
desconocidos. A los que están en los altares y a tantos y tantos cristianos que
después de una vida según el evangelio participan de la felicidad eterna del
cielo. Son nuestros intercesores y nuestros modelos de vida cristiana.
«La santidad es el rostro más bello de la Iglesia» escribe el papa
Francisco en «Gaudete et exsultate»,
su exhortación apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo actual
(marzo 2018). El Papa nos recuerda que esta llamada va dirigida a cada uno de
nosotros. El Señor se dirige también a ti: «Sed santos, porque yo soy santo» (Lv 11,45; cf. 1P 1,16).
Preparémonos
para celebrar la fiesta de Todos los Santos, sigue diciendo el Papa, y pidámosles
que nos ayuden a ser fieles al Evangelio y a custodiar nuestro corazón, con la
esperanza de compartir su alegría en la comunión con el Señor y con todos
aquellos que hemos amado.
10 de noviembre
DÍA DE LA IGLESIA
DIOCESANA
“¿Y si lo que buscas está en tu interior?”
Un Día de fiesta, de celebración, en el que “recordamos y agradecemos nuestra pertenencia a una comunidad cristiana”. Y un Día para el agradecimiento y para tomar conciencia de que somos miembros de una gran familia. Lo que la Iglesia hace “es gracias al tiempo, las cualidades, la oración y el apoyo económico de todo el pueblo de Dios”.
Todos tenemos una vocación
Busca en tu interior y descubre el plan que Dios tiene para ti
Una ‘llamada’ que cambia
vidas
Prisas,
ruido, pantallas, compras... Todos queremos encontrar la felicidad en nuestra
vida, pero a veces buscamos en el lugar equivocado. Hemos sido creados por Dios
con un propósito. Descubrir y responder a esa “llamada” resulta transformador e
invita a vivir con autenticidad, compromiso y plenitud.
La búsqueda de Pilar, Litus, Diego, Carmen, Alberto, Pedro, Montse y muchos
más son una fuente de inspiración. Ellos descubrieron su vocación y
respondieron a esa llamada. Hoy se sienten personas realizadas. Con
sus testimonios certifican que una “llamada” cambia vidas porque la suyas
cambiaron al descubrir que el
“final feliz” está cuando dejas de ir por delante de Dios y te dejas guiar por
Él.
- Pilar: “Si Tú quieres que
sea monja seré monja, y ya está”
- Montse: “Tuve muchas dudas…
Quería también, pues oye, una vida de familia”
- Litus: “Yo he encontrado a
Dios en el deporte”
- Pedro: “Descubro que todo
eso por lo que he luchado al final no me da la felicidad”
- Diego: “Se trata de
esperanza, que hay final feliz”
- Alberto y Carmen: “Qué es
el matrimonio? Pues… el caminar juntos”
17 de noviembre
JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
“La oración del pobre sube
hasta Dios” (cf. Sirácida 21,5)
Mensaje del Santo Padre
Queridos hermanos y
hermanas:
1. La oración del pobre
sube hasta Dios (cf. Si 21,5). En el año dedicado a la
oración, con vistas al Jubileo Ordinario 2025, esta expresión de la sabiduría
bíblica es muy apropiada para prepararnos a la VIII Jornada Mundial de los
Pobres, que se celebrará el próximo 17 de noviembre. La esperanza cristiana abraza
también la certeza de que nuestra oración llega hasta la presencia de Dios;
pero no cualquier oración: ¡la oración del pobre! Reflexionemos sobre
esta Palabra y “leámosla” en los rostros y en las historias de los pobres que
encontramos en nuestras jornadas, de modo que la oración sea camino para entrar
en comunión con ellos y compartir su sufrimiento.
2. El libro del
Eclesiástico, al que nos referimos, no es muy conocido, y merece ser
descubierto por la riqueza de temas que afronta sobre todo cuando se refiere a
la relación del hombre con Dios y con el mundo. Su autor, Ben Sirá, es un
maestro, un escriba de Jerusalén, que escribe probablemente en el siglo II a.
C. Es un hombre sabio, arraigado en la tradición de Israel, que enseña sobre
varios ámbitos de la vida humana: del trabajo a la familia, de la vida en
sociedad a la educación de los jóvenes; presta atención a los temas
relacionados con la fe en Dios y con la observancia de la Ley. Afronta los
problemas arduos de la libertad, del mal y de la justicia divina, que también
hoy son de gran actualidad para nosotros. Ben Sirá, inspirado por el Espíritu
Santo, quiere transmitir a todos el camino a seguir para una vida sabia y digna
de ser vivida ante Dios y ante los hermanos.
3. Uno de los temas a los
que este autor sagrado dedica mayor espacio es la oración. Lo hace
con mucho ímpetu, porque da voz a su propia experiencia personal. En efecto,
ningún escrito sobre la oración podría ser eficaz y fecundo si no partiera de
quien cada día está en la presencia de Dios y escucha su Palabra. Ben Sirá
declara haber buscado la sabiduría desde la juventud: «En mi juventud, antes de
andar por el mundo, busqué abiertamente la sabiduría en la oración» (Si 51,13).
4. En su recorrido,
descubre una de las realidades fundamentales de la revelación, es decir, el
hecho de que los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de
Dios, de tal manera que, ante su sufrimiento, Dios está “impaciente” hasta
no haberles hecho justicia, «hasta extirpar la multitud de los prepotentes y
quebrar el cetro de los injustos; hasta retribuir a cada hombre según sus
acciones, remunerando las obras de los hombres según sus intenciones» (Si 35,21-22).
Dios conoce los sufrimientos de sus hijos porque es un Padre atento y solícito
hacia todos. Como Padre, cuida de los que más lo necesitan: los pobres, los
marginados, los que sufren, los olvidados. Pero nadie está excluido de su
corazón, ya que, ante Él, todos somos pobres y necesitados. Todos somos
mendigos, porque sin Dios no seríamos nada. Tampoco tendríamos vida si Dios no
nos la hubiera dado. Y, sin embargo, ¡cuántas veces vivimos como si fuéramos
los dueños de la vida o como si tuviéramos que conquistarla! La mentalidad
mundana exige convertirse en alguien, tener prestigio a pesar de todo y de
todos, rompiendo reglas sociales con tal de llegar a ganar riqueza. ¡Qué triste
ilusión! La felicidad no se adquiere pisoteando el derecho y la dignidad de los
demás.
La violencia provocada por
las guerras muestra con evidencia cuánta arrogancia mueve a quienes se
consideran poderosos ante los hombres, mientras son miserables a los ojos de
Dios. ¡Cuántos nuevos pobres producen esta mala política hecha con las armas,
cuántas víctimas inocentes! Pero no podemos retroceder. Los discípulos del
Señor saben que cada uno de estos “pequeños” lleva impreso el rostro del Hijo
de Dios, y a cada uno debe llegarles nuestra solidaridad y el signo de la
caridad cristiana. «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser
instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera
que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles
y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).
5. En este año dedicado a
la oración, necesitamos hacer nuestra la oración de los pobres y rezar
con ellos. Es un desafío que debemos acoger y una acción pastoral que
necesita ser alimentada. De hecho, «la peor discriminación que sufren los
pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres
tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de
ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los
Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la
fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una
atención religiosa privilegiada y prioritaria» (ibíd., 200).
Todo esto requiere un
corazón humilde, que tenga la valentía de convertirse en mendigo. Un
corazón dispuesto a reconocerse pobre y necesitado. En efecto, existe una
correspondencia entre pobreza, humildad y confianza. El verdadero pobre es el
humilde, como afirmaba el santo obispo Agustín: «El pobre no tiene de qué
enorgullecerse; el rico tiene contra qué luchar. Escúchame, pues: sé verdadero
pobre, sé piadoso, sé humilde» (Sermón 14,3.4). El humilde no tiene
nada de que presumir y nada pretende, sabe que no puede contar consigo mismo,
pero cree firmemente que puede apelarse al amor misericordioso de Dios, ante el
cual está como el hijo pródigo que vuelve a casa arrepentido para recibir el
abrazo del padre (cf. Lc 15,11-24). El pobre, no teniendo nada
en que apoyarse, recibe fuerza de Dios y en Él pone toda su confianza. De
hecho, la humildad genera la confianza de que Dios nunca nos abandonará ni nos
dejará sin respuesta.
6. A los pobres que
habitan en nuestras ciudades y forman parte de nuestras comunidades les digo:
¡no pierdan esta certeza! Dios está atento a cada uno de ustedes y está
a su lado. No los olvida ni podría hacerlo nunca. Todos hemos tenido la
experiencia de una oración que parece quedar sin respuesta. A veces pedimos ser
liberados de una miseria que nos hace sufrir y nos humilla, y puede parecer que
Dios no escucha nuestra invocación. Pero el silencio de Dios no es distracción
de nuestros sufrimientos; más bien, custodia una palabra que pide ser escuchada
con confianza, abandonándonos a Él y a su voluntad. Es de nuevo Sirácida quien
lo atestigua: “la sentencia divina no se hace esperar en favor del pobre”
(cf. Si 21,5). De la palabra pobreza, por tanto, puede brotar
el canto de la más genuina esperanza. Recordemos que «cuando la vida interior
se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no
entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce
alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. […] Esa no
es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado» (Exhort.
ap. Evangelii gaudium, 2).
7. La Jornada
Mundial de los Pobres es ya una cita obligada para toda comunidad
eclesial. Es una oportunidad pastoral que no hay que subestimar, porque incita
a todos los creyentes a escuchar la oración de los pobres, tomando conciencia
de su presencia y su necesidad. Es una ocasión propicia para llevar a cabo
iniciativas que ayuden concretamente a los pobres, y también para reconocer y
apoyar a tantos voluntarios que se dedican con pasión a los más necesitados.
Debemos agradecer al Señor por las personas que se ponen a disposición para
escuchar y sostener a los más pobres. Son sacerdotes, personas consagradas,
laicos y laicas que con su testimonio dan voz a la respuesta de Dios a la
oración de quienes se dirigen a Él. El silencio, por tanto, se rompe cada vez
que un hermano en necesidad es acogido y abrazado. Los pobres tienen todavía
mucho que enseñar porque, en una cultura que ha puesto la riqueza en primer
lugar y que con frecuencia sacrifica la dignidad de las personas sobre el altar
de los bienes materiales, ellos reman contracorriente, poniendo de manifiesto
que lo esencial en la vida es otra cosa.
La oración, por tanto,
halla la confirmación de su propia autenticidad en la caridad que se hace
encuentro y cercanía. Si la oración no se traduce en un actuar concreto
es vana, de hecho, la fe sin las obras «está muerta» (St 2,26).
Sin embargo, la caridad sin oración corre el riesgo de convertirse en
filantropía que pronto se agota. «Sin la oración diaria vivida con
fidelidad, nuestra actividad se vacía, pierde el alma profunda, se reduce a un
simple activismo» (Benedicto XVI, Catequesis, 25
abril 2012). Debemos evitar esta tentación y estar siempre alertas con la
fuerza y la perseverancia que provienen del Espíritu Santo, que es el dador de
vida.
8. En este contexto es
hermoso recordar el testimonio que nos ha dejado la Madre Teresa de
Calcuta, una mujer que dio la vida por los pobres. La santa repetía continuamente
que era la oración el lugar de donde sacaba fuerza y fe para
su misión de servicio a los últimos. El 26 de octubre de 1985, cuando habló a
la Asamblea General de la ONU mostrando a todos el rosario que llevaba siempre
en mano, dijo: «Yo sólo soy una pobre monja que reza. Rezando, Jesús pone su
amor en mi corazón y yo salgo a entregarlo a todos los pobres que encuentro en
mi camino. ¡Recen también ustedes! Recen y se darán cuenta de los pobres que
tienen a su lado. Quizá en la misma planta de sus casas. Quizá incluso en sus
hogares hay alguien que espera vuestro amor. Recen, y los ojos se les abrirán,
y el corazón se les llenará de amor».
Y cómo no recordar aquí,
en la ciudad de Roma, a san Benito José Labre (1747-1783), cuyo cuerpo reposa y
es venerado en la iglesia parroquial de Santa María ai Monti.
Peregrino de Francia a Roma, rechazado en muchos monasterios, trascurrió los
últimos años de su vida pobre entre los pobres, permaneciendo horas y horas en
oración ante el Santísimo Sacramento, con el rosario, recitando el breviario,
leyendo el Nuevo Testamento y la Imitación de Cristo. Al no tener
siquiera una pequeña habitación donde alojarse, solía dormir en un rincón de
las ruinas del Coliseo, como “vagabundo de Dios”, haciendo de su existencia una
oración incesante que subía hasta Él.
9. En camino hacia el Año
Santo, exhorto a cada uno a hacerse peregrino de la esperanza,
ofreciendo signos concretos para un futuro mejor. No nos olvidemos de cuidar
«los pequeños detalles del amor» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 145):
saber detenerse, acercarse, dar un poco de atención, una sonrisa, una caricia,
una palabra de consuelo. Estos gestos no se improvisan; requieren, más bien,
una fidelidad cotidiana, casi siempre escondida y silenciosa, pero fortalecida
por la oración. En este tiempo, en el que el canto de esperanza parece ceder el
puesto al estruendo de las armas, al grito de tantos inocentes heridos y al
silencio de las innumerables víctimas de las guerras, dirijámonos a Dios
pidiéndole la paz. Somos pobres de paz; alcemos las manos para acogerla como un
don precioso y, al mismo tiempo, comprometámonos por restablecerla en el día a
día.
10. Estamos llamados en
toda circunstancia a ser amigos de los pobres, siguiendo las
huellas de Jesús, que fue el primero en hacerse solidario con los últimos. Que
nos sostenga en este camino la Santa Madre de Dios, María Santísima, que,
apareciéndose en Banneux, nos dejó un mensaje que no debemos olvidar: «Soy la
Virgen de los pobres». A ella, a quien Dios ha mirado por su humilde pobreza,
obrando maravillas en virtud de su obediencia, confiamos nuestra oración,
convencidos de que subirá hasta el cielo y será escuchada.
Roma, San Juan de Letrán,
13 de junio de 2024, Memoria de san Antonio de Padua, patrono de los pobres.
FRANCISCO


